Los gravísimos atentados de París han puesto en pie de guardia a las democracias europeas. Las imágenes de terroristas armados por las calles de la capital francesa han conmocionado de tal manera a nuestras opiniones públicas que las reacciones de los gobiernos han sido inmediatas. Con razón, ha importado menos el carácter irrespetuoso de muchas de las viñetas publicadas por el seminario satírico francés Charlie Hebdo que el simbolismo del ataque terrorista contra uno de los pilares de la democracia, la libertad de expresión. La ciudadanía ha salido a las calles y los principales líderes políticos se han puesto a la cabeza de una insólita manifestación que el 9 de enero recorrió las calles de París. Un evento que, por cierto, contaba con la presencia de algunos mandatarios poco amantes de la libertad de expresión.
Las reacciones a nivel nacional y europeo no se han hecho esperar. Francia ha desplegado diez mil soldados para proteger espacios públicos y edificios particularmente sensibles y ha anunciado una serie de medidas para hacer frente al fenómeno de los combatientes terroristas extranjeros (foreign terrorist fighters). Entre ellas se perfila una que otros Estados europeos (Dinamarca, Alemania) están en camino de adoptar: la retirada de pasaportes a los sospechosos de viajar a lugares en conflicto para colaborar con el (mal llamado) Estado Islámico o Da’esh. Una medida ya aprobada en el Reino Unido, que cuenta con el beneplácito de la Comisión Europea y que en el caso alemán se extendería incluso al documento nacional de identidad. Por nuestra parte, en España se encuentra en fase preparatoria una ley integral sobre yihadismo que ampliará delitos y las penas a las conductas relacionadas con este fenómeno.
En el exterior, las tropas francesas siguen desplegadas en Mali como parte de la Opéracion Barkhane, cuyo objetivo es repeler la amenaza de Al-Qaeda en el país. En Iraq y Siria, fuerzas británicas, francesas, belgas y holandesas participan en las operaciones militares de la coalición militar liderada por los Estados Unidos, que desde agosto de año pasado tiene por objetivo frenar el avance del Da’esh. Paralelamente, varias misiones europeas civiles y de instrucción militar contribuyen a la formación de capacidades en varios países clave para la lucha contra el terrorismo, como Mali, Níger o Somalia.
¿Cambiará en algo la aproximación europea en la lucha contra este fenómeno? Recordemos que durante años la UE —y la mayoría de sus Estados, salvo los que dejaron de lado la Carta de las Naciones Unidas para invadir Iraq— había actuado como relativo contrapeso a la política antiterrorista estadounidense. Así, frente al músculo militar, la UE y sus miembros habían priorizado el trabajo policial; frente a los limbos jurídicos y el Derecho Internacional Humanitario hecho a medida, la UE había apelado a la legalidad internacional y a la protección de las garantías del proceso penal. Claro que esta reacción se vio empañada por la lamentable colaboración de varios Estados europeos en el programa de entregas extraordinarias y vuelos secretos de la CIA, respecto del cual casi las instituciones de la UE, con la loable excepción del Parlamento Europeo, han pasado de puntillas. Pero en general, se puede afirmar que Europa había mantenido mejor la compostura democrática.
Después de París, se anuncian tiempos de cambio. Al calor de los acontecimientos, algunos políticos populistas aprovechan el momento para relanzar sus salvas contra el Reglamento 562/2006, que recoge el Código de Fronteras de Schengen —como si los atentados de Francia se hubieran debido a la debilidad de su artículo 7, que regula las inspecciones fronterizas de personas—. Todo parece apuntar a que habrá una reforma de dicho Reglamento. Además, el Parlamento Europeo está siendo objeto de fuertes presiones para acelerar la aprobación una Directiva sobre intercambio de datos de pasajeros (PNR), presiones procedentes no sólo desde los Estados miembros sino también desde la Comisión y la presidencia del Consejo Europeo. De nuevo, todo apunta a que finalmente habrá Directiva, pese a las reiteradas reticencias mostradas durante años por el Parlamento.
En realidad, no estamos haciendo frente a una situación desconocida. Vuelve a ocurrir lo mismo que tras el 11-S, el 11-M y el 7-J: el péndulo vuelve a oscilar sensiblemente hacia la seguridad en detrimento de la libertad. Europa se repliega un poco más sobre sí misma (¿algún líder europeo ha reaccionado con contundencia contra los cuatro mil nigerianos asesinados por Boko Haram durante la misma semana de enero de 2015?). Evidentemente, ciertas políticas particularmente sensibles al péndulo —como la inmigración y el asilo— se verán afectadas por la nueva tendencia.
Dicho esto, sí que hay un elemento novedoso que se añade a lo que ya conocemos, y que le da una nueva dimensión a la lucha contra el terrorismo. Me refiero a la combinación de terrorismo y conflicto armado. A este respecto, resulta sorprendente ver a un Primer Ministro francés recuperar la vieja retórica Bush para anunciar que su país se encuentra en «guerra contra el terrorismo». E incluso más allá de las palabras, la controvertida resolución 2178 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas llega a dirigirse por primera vez a los terroristas para exigirles que «depongan las armas, pongan fin a todos los actos terroristas y dejen de participar en los conflictos armados». A diferencia de Al-Qaeda, pues, al nuevo enemigo se le identifica de antemano como combatiente extranjero, rescatando con ello la terminología que hace años definió a los milicianos que combatieron durante la guerra civil española o a los protalibanes que lucharon contra la invasión soviética.
Los elementos principales de este nuevo escenario quedarán reflejados en la anunciada nueva Estrategia Europea contra el Terrorismo, que actualizará la vigente de 2005. A la hora de abordar el problema, ni la UE ni la comunidad internacional deben olvidar la experiencia de los últimos trece años de lucha contra el terrorismo islamista. Las democracias saben bien que hay límites infranqueables a la salvaguardia de la seguridad, y que la desaparición del terrorismo yihadista no es posible sin combatir el discurso radical con un trabajo mucho más activo que involucre a las comunidades locales y los líderes religiosos (como reconoce la citada resolución 2178 del Consejo de Seguridad). No incurramos en los mismos errores o lo volveremos a pagar caro.
Profesor Dr. Asier Garrido Muñoz
Área de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales
Universidad de Salamanca
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Carlos Wefers Verástegui (viernes, 30 enero 2015 11:07)
Tiene mucha gracia que Ud. diga: "Con razón, ha importado menos el carácter irrespetuoso de muchas de las viñetas publicadas por el seminario satírico francés Charlie Hebdo que el simbolismo del ataque terrorista contra uno de los pilares de la democracia, la libertad de expresión." Personalmente, el islam no me gusta nada, pero, teniendo en cuenta que la población de origen musulmán es numerosísima en Francia, y teniendo en cuenta que la religión constituye una realidad, aunque gentes como Ud. no se lo/la crean, hay que calificar de suicidas irresponsables a esa gente de Charlie Hebdo. No porque buscasen la muerte para ellos mismos, como "mártires" de la libre expresión o alguna sandez por el estilo, sino por provocar, ya que, debido al abuso que hicieron del derecho a la libre expresión, propiciaron la muerte de otras personas que no pudieron elegir, v. gr. de policías. Me parece un despropósito que una persona de un nivel cultural académico defienda la actitud de un niño que está hurgando con un palo en un avispero, o que le está tirando chinas a un perro durmiendo. Ud. se queda con los efectos, con los síntomas, pero no da con las causas verdaderas. El discurso laicista, la indiferencia frente a toda religión, la indulgencia con una frivolidad que se las da de libertad de expresión, la irresponsabilidad individual que mueve a multitudes bajo el lema de "yo soy Charlie" no se deben de defender ni de premiar. Ni el victimismo colectivo es una actitud digna de una "gran nación". Al terrorismo, hay que combatirlo con todos los medios, pero, sobre todo, no hay que darle oportunidades de ningún tipo. Cosa que hicieron los graciosos de Charlie Hebdo.
Carlos Wefers Verástegui (viernes, 30 enero 2015 11:13)
Y esto - A diferencia de Al-Qaeda, pues, al nuevo enemigo se le identifica de antemano como combatiente extranjero, rescatando con ello la terminología que hace años definió a los milicianos que combatieron durante la guerra civil española o a los protalibanes que lucharon contra la invasión soviética. " - es demagogia huera, barata y trompeteril. ¿A lo mejor también se dispone a defender los derechos "humanos" y "ciudadanos" de aquellos que luchan precisamente contra la Humanidad? De la misma manera que verá con buenos ojos la "libertad de expresión", p. ej. la Santísima Trinidad haciendo un trío, de los Charlie Hebdo.
Carlos Wefers Verástegui (sábado, 31 enero 2015 10:20)
Por si no parece lo suficientemente "autoritativa" mi opinión, aquí tiene ud. la exposición de un colega suyo
http://www.iustel.com/diario_del_derecho/noticia.asp?ref_iustel=1136553