Es realmente difícil resumir las tres experiencias que he tenido con Erasmus+ en unas simples líneas. El primer proyecto en el que participé fue en junio de 2015 en Vevang, Noruega: “Crossing Cultural Borders: A North-South Exchange”. Aunque sigo siendo una niña, con 16 años lo era mucho más. El cambio fue más grande de lo que pareció a primera vista. Fue de esas experiencias que me marcaron tan intensamente, que reconozco que no lo noté hasta que no pasaron varios meses. Al fin y al cabo, era una de las primeras veces que salía de España. Pero no fue lo único. Aunque varios de mis amigos participaban conmigo, la unión que desde entonces tengo con ellos no tiene comparación. Es más, a la mayoría de los participantes, así como al resto de mis compañeros españoles, apenas los conocía.
Además, tuvimos la enorme suerte de conocer a personas que encajaron o conectaron con nosotros de una manera tan natural que no nos lo creíamos. Hoy en día puedo decir que esos chicos y chicas noruegas son mis amigos. No exagero si digo que fue una de las mejores experiencias que he tenido en mi vida. Recuerdo Noruega con muchísimo cariño: a los profesores que nos acompañaron, a los organizadores, a todos los participantes y a las familias que colaboraron (desde entonces volver allí es como sentirme en familia). Aunque tal vez las personas fueran lo mejor, las actividades y experiencias que tuvimos me siguen enriqueciendo: la iniciativa, las ganas, la ilusión y la creatividad reinaron con nosotros. Por otra parte, aprender sobre las diferencias y similitudes existentes entre ambos países me enriqueció muchísimo. Todo lo anterior me parece que es imprescindible para un intercambio cultural; para un proyecto Erasmus+.
El segundo proyecto Erasmus+ al que tuve el placer de asistir, “Stand-Up Psychology for Youth”, fue en diciembre de 2017 en Iasi, Rumanía. Las personas es el mejor recuerdo que me llevo. Juntos, jóvenes de España, Italia y Rumanía aprendimos sobre el proceso de independencia que tienen que llevar la juventud europea. Fue muy interesante. El pasado febrero regresé a Noruega para participar como co-organizadora de mi tercer proyecto Erasmus+: “Activating Youth: Non-Violent Communication”. Y cada vez me entusiasma más.
Siempre he defendido que viajar abre la mente. Aunque, creo que no hay mejor forma de viajar que conviviendo con las personas nativas de un país. Es entonces cuando un viaje realmente te enriquece. Me encantaría que tanto mis amigos como otros jóvenes del mundo pudieran tener la misma oportunidad que he tenido yo. Ya que Erasmus+ ha sido un regalo. Además, el poder aprender de temas que se salen de lo ordinario, que no estudias en el instituto o en la universidad, de forma tan intensa, amplía tu campo de visión, tus expectativas y tu curiosidad. Para mí, Erasmus+ permite formar a jóvenes comprometidos con la sociedad, inconformistas y que creen en crear un mundo mejor.
Este texto nace a partir del proyecto “Activating Youth: Non-Violent Communication”. Este proyecto fue coordinado por Vevang Vel (Noruega), Biderbost, Boscan & Rochin (España) y HDA Cardiff (Gales), y financiado por el programa Erasmus+ de la Comisión Europea.
Ana Cristina Sánchez Delgado
Voluntaria de Biderbost, Boscan & Rochin (BB&R)