Roberto Rodríguez Velázquez, estudiante de Documentación
Vivimos en plena transición hacia la era digital, mucho más directa, inmediata y que facilita el acceso a la información en cualquier momento del día y desde cualquier lugar, incluso desde la comodidad de tu casa. Dicha transición también supone el poder realizar grandes expurgos de fondos en papel que masifican las estanterías obsoletas de muchos archivos, bibliotecas y centros de documentación, como el Centro de Documentación Europea, donde hemos conseguido liberar espacio con todo aquello que se puede consultar fácilmente en la web y que no tiene la suficiente relevancia para mantenerse en formato físico.
Sin embargo, no debemos perder el norte abusando de la mecanización y automatización de la información, que nos llevan a actuar de un modo cada vez más impersonal. Todo son ventajas, hasta que se pierde el encanto real que siempre han tenido estos centros de información: el valor humano.
El CDE es un claro ejemplo de lo que debe ser una biblioteca. No es sólo un guardián del tesoro bibliográfico del fondo que custodia, sino que ha demostrado el valor que tiene el ir mucho más allá, sirviendo de enlace entre la población y las instituciones de las que depende, en este caso la Universidad de Salamanca y la Comisión Europea.
Mi transcurso por este centro se vio marcado por muchas actividades y labores para las que no me habían preparado en la carrera, y que descubrí que son básicas para el buen funcionamiento del lugar. La principal que viví fue la organización y gestión de mesas redondas, tertulias y desayunos que hemos realizado para hablar sobre diferentes temas relacionados con la UE o el propio centro. Esto no afecta solo a la población local, al incluir a aquellos ciudadanos europeos que participan en programas tales como el Erasmus+, y que vienen expresamente a nuestro centro como una parada más en su visita a la Universidad de Salamanca.
Por tanto, aquí aprendí el valor de la cercanía y de la importancia que tiene realizar actividades que impliquen la participación recíproca entre todos los implicados. De nada vale dar un discurso si este no es rebatido o comentado a continuación. Todos aprendemos de todos y este es un valor que nunca se debería perder, especialmente cuando permite realzar la multiculturalidad de gente proveniente de diferentes lugares.
Roberto Rodríguez Velázquez, estudiante de Documentación
y en prácticas del CDE de Salamanca durante el mes de julio.