El pasado 13 de septiembre tuvo lugar en Estrasburgo uno de esos ritos que, desde hace unos años, se repiten anualmente en la Unión Europea. Ursula von der Leyen,presidenta de la Comisión Europea, pronunció el muy publicitado SOTEU, el discurso sobre el estado de la Unión, en la más solemne de las sedes del Parlamento Europeo.
Al evento se le dio amplia promoción, organizando visionados del mismo en muchas partes del continente, como el que tuvo lugar en el Centro Europe Direct de Salamanca, con la participación de numerosos estudiantes universitarios.
La tradición de que el jefe del ejecutivo presente a los legisladores un balance de su gestión y un esbozo de las medidas que tiene pensado impulsar bebe del
constitucionalismo norteamericano. La Carta Magna de los Estados Unidos impone al presidente, en su artículo II, que informe periódicamente al Congreso sobre el estado de la Unión y someta a su consideración las medidas que estime necesarias y convenientes. Esta práctica se ha ido extendiendo a otros rincones del globo; sirva España como ejemplo, donde se ha establecido como práctica parlamentaria celebrar un «discurso sobre el estado de la Nación» desde principios de la década de los ochenta.
Que el líder del ejecutivo rinda cuentas al poder legislativo es muestra de una
democracia funcional. En primer lugar, porque permite a los representantes del pueblo controlar la buena marcha de la administración, pero también porque da la posibilidad de vislumbrar los futuros desarrollos y debatir las medidas se proponen. En el caso de la Unión, el SOTEU fue instituido tras el Tratado de Lisboa (con el Acuerdo Marco de 2010 sobre las relaciones entre el Parlamento Europeo y la Comisión Europea -Anexo IV.5), con la finalidad de que la vida política de la Unión fuera más democrática y
transparente. Ello significa que es el decimotercer discurso sobre el estado de la Unión y el cuarto de la presidenta von der Leyen. El acto, como todos los que se producen en la sesión plenaria de la Eurocámara, se retransmite por la web institucional del Parlamento con interpretación simultánea a las 24 lenguas oficiales de la Unión.
La presidenta presentó un panorama amplio de las gestiones del colegio de comisarios desde el último SOTEU. Así, hizo referencia, entre otras cosas, a la Ley del Clima, a los fondos Next Generation EU, a las dos leyes que han renovado los derechos de los
ciudadanos en su relación con la internet (la Ley de Mercados Digitales y la Ley de Servicios Digitales) y la vanguardia que la Unión ha representado en la regulación de la inteligencia artificial. Además, hizo hincapié en el continuado apoyo europeo al pueblo ucraniano en su lucha contra la ilegal agresión de la Federación de Rusia.
Sin embargo, el capítulo más interesante, a mi juicio, es el que se refiere a las diversas propuestas que la líder de la Comisión ha presentado para su desarrollo durante el último año de legislatura que resta por cumplir al ejecutivo —al menos, hasta las elecciones europeas de 2024—. Se trata de una amplia panoplia de medidas que van desde la política exterior hasta el impulso de la legislación interna. Veamos algunos de sus proyectos.
En primer lugar, la Comisión aspira a seguir avanzando en un paquete de energía limpia «made in Europe». La guerra de Putin ha mostrado dolorosamente lo dependiente que era la Unión a la extorsión rusa, que amenazaba con cerrar la llave del petróleo y del gas natural y sumir a los europeos en el frío y el caos. Desde la invasión, la Unión ha hecho notables progresos para revertir esta situación, buscando
la cooperación de aliados más fiables, como Noruega (de donde ahora proviene gran parte del petróleo). Asimismo, la Comisión quiere conjurar el riesgo de que algo parecido pueda suceder en el futuro, no con el combustible, sino con materias primas fundamentales y tecnologías estratégicas que nos pongan a expensas de socios poco leales, para lo que se están creando nuevas plataformas que aseguren la independencia estratégica europea. Además, la Comisión se ha propuesto hacer frente a la desleal competencia de China, que subvenciona su producción interna de coches eléctricos, permitiendo alterar artificialmente su precio, en perjuicio de los productores europeos.
Por otro lado, la Comisión ha constatado cómo muchos puestos de trabajo
especializados quedan sin ocupar por falta de mano de obra, mientras que, en el otro extremo, un porcentaje preocupante de jóvenes ni estudia ni trabaja. La presidenta se ha comprometido a buscar remedio a esta situación, reeditando el proceso de diálogo social de Val Duchesse, iniciado en 1985 por uno de sus predecesores en el cargo, el expresidente Jacques Delors. Otras iniciativas económicas relevantes buscan reducir en un 25 % la obligación de presentación de información de las PyME, una burocracia que ahoga a las empresas medianas y pequeñas, tan importantes para el tejido económico del mercado interior. En la misma dirección, la señora von der Leyen se ha comprometido a nombrar un nuevo «representante de la UE para las PyME», que
dependerá directamente de la presidencia. Pero si las compañías europeas son
decisivas, no lo es menos el sector agrícola, sobre el que la guerra de Putin ha tenido también efectos perversos. Por ello, la presidenta pretende lanzar un diálogo estratégico sobre el futuro de la agricultura en la UE, que permita coordinar este importante sector con la necesaria protección de la biodiversidad en el continente.
En un apartado especialmente destacado, la Comisión ha abogado por acabar lo que, a su modo de ver, es un falso dilema entre «ampliar la Unión» y «reforzar la integración» de los que ya están. La presidenta von der Leyen expresó su confianza en que ambos objetivos no son mutuamente excluyentes, sino complementarios. En ese sentido, ha propuesto extender los informes del estado de derecho, que ya existen para los Estados miembros, a los candidatos a la adhesión. Es probable, además, que veamos próximamente como se abren oficialmente las negociaciones para la adhesión de Ucrania, un movimiento que aún no compromete a nada, pero que carga un gran simbolismo.
Con este discurso, la presidenta von der Leyen subraya un camino ambicioso para la Unión. Las adversidades presentes son un llamado a la unidad y a la cooperación.
Frente a los desafíos globales, nuestra fortaleza reside en la consolidación y expansión de una comunidad europea basada en valores compartidos. La visión es clara: una Unión Europea más unida, resiliente y preparada para el futuro.
Daniel González Herrera
Profesor Contratado Doctor del Área de Derecho Internacional Público de la Universidad de Salamanca