Llegar a la Universidad de Salamanca fue completamente inesperado, ya que hice todo lo posible por quedarme en Valencia pero no lo logré. Me sentí muy triste por tener que despedirme nuevamente de mis amigos y del entorno al que ya me había acostumbrado. Cuando uno se adapta a la vida y al ritmo de una ciudad y llegas a quererla siempre es difícil dejarla.
De camino a la nueva ciudad, mirando los campos y colinas desde el tren, sentí una sensación familiar, como si estuviera volviendo a casa. Al escuchar a las personas a mi alrededor hablando un español más auténtico, de repente entendí por qué siempre se dice que Salamanca es la cuna del español.
Una vez en Salamanca, mientras miraba el mapa en mi móvil para encontrar mi
nuevo lugar de residencia, encontré a cuatro o cinco personas en el camino que me preguntaron si necesitaba ayuda. Desde la estación de tren hasta mi nuevo hogar, en solo 30 minutos de trayecto, la calidez de estos desconocidos hizo que me sintiera más cercano a esta pequeña ciudad. Tal vez entendían la desorientación y el esfuerzo de llevar maletas en un país extranjero. Esta es la hospitalidad y amabilidad de la gente local.
Paseando por Salamanca, una ciudad llena de historia y cultura, cada calle
empedrada y cada edificio parecían contar historias de siglos. La Universidad de Salamanca, una de las más antiguas de España y Europa, ha sido testigo de la presencia en sus aulas de innumerables eruditos y yo iba a estudiar en esas mismas aulas. Al ver estos edificios antiguos y sentir la intensa atmósfera cultural, pensé que había llegado tarde.
Enseguida me sentí atraído por el encanto de la ciudad vieja. La Plaza Mayor,
considerada una de las plazas más bellas de España, es el centro de reunión para los estudiantes, los turistas y los salmantinos. Ya sea de día o de noche, siempre está llena de risas y alegría. La majestuosa Catedral de Salamanca es impresionante. Compuesta por dos catedrales, la nueva con su estilo gótico y la vieja con su estilo románico conviven apaciblemente en la preciosa Plaza de Anaya, la misma plaza donde se encuentra la Facultad de Traducción y Documentación donde yo he estudiado mi máster.
En esta facultad me he sentido muy bien acogido por mis profesores y compañeros de máster que me han recibido con cariño y paciencia y me han enseñado muchas cosas de la cultura española. También, durante mis prácticas, mis compañeros del Centro de Documentación Europea me han ayudado a integrarme y me han hecho sentir uno de
los suyos. Estudiar aquí no solo es un honor, sino también una experiencia única inmersa en la historia y la cultura. La vida de estudiante en Salamanca es como un viaje a través del tiempo que te enseña a apreciar la grandeza y la belleza de la civilización humana.
Admirando las piedras doradas de la ciudad parece como si pudiera sentir el brillo de la sabiduría de nuestros antepasados.
Llevo casi dos años viviendo en España y ya casi me siento como en casa. Dejando de lado el idioma, que no domino todavía y, si no fuera por razones personales que me lo impiden, realmente me gustaría quedarme aquí para seguir viviendo y estudiando. La gente no vive obsesionada con el dinero, no hay horas extra, no hay horario agotadores. Los niños no tienen tanta presión escolar, no hay densos humos de los coches, todo es relajado y placentero. Por ello he querido titular este post “disfrutando de
la vida”.
Chen Zhao. Alumno del Máster en Sistemas de Información Digital de la USAL y estudiante en prácticas del Centro Europe Direct Salamanca.